Descripción
Prólogo – Por Henry Nouwen
Este libro es un verdadero deleite. Deleita por su sorprendente perspicacia, su inesperada perspectiva y su fino humor. Cuando lo terminé de leer y lo dejé con una sonrisa agradecida, supe que quería presentar al monje encantador que lo había escrito, porque muchas veces, mientras pasaba las páginas me decía a mí mismo: “Qué maravilloso sería si los lectores pudieran conocer al Hermano David, el hombre vibrante que está detrás de estas hermosas palabras de gratitud, alegría, oración y alabanza”.
Conocer al Hermano David es una gracia especial. Durante el tiempo en que he vivido en los Estados Unidos he sido bendecido con su presencia en mi vida. Rara vez he dictado un curso sin tratar de hacer a David parte de él, porque sé que los miles de personas que lo escuchan hablar en iglesias, colegios y casas de retiro nunca lo olvidan. Siempre que habla, el resultado es mucho más que una conferencia brillante; es todo un acontecimiento. Cuando el Hermano David entra en el corazón y en la mente de quienes lo oyen, algo nuevo les sucede, y ellos lo saben.
El Hermano David es mi ideal de maestro. No sólo ofrece ideas estimulantes y buenas teorías, sino que además crea un clima en el cual estas ideas y teorías pueden ser recibidas sin temor, y luego exploradas en el corazón. Él hace mucho más que hablar sobre la vida espiritual; habla de ella con la autoridad de un monje que la vive. Para el Hermano David parece haber poca distinción entre enseñar, predicar, rezar y meditar. Para él todo esto es un solo proceso, y tiene la habilidad de invitar a su audiencia a formar parte de su propia experiencia y entrar con él a los lugares que lo llenan de gratitud y alegría. Sus gestos vivaces, sus ojos siempre sorprendidos, su atención a cada pregunta, sus respuestas concretas, su chispeante humor y sobre todo su evidente amor por sus alumnos, le permiten abrir corazones que suelen estar cerrados a las realidades de las que él habla. A menudo sus alumnos hacen notar que después de escuchar a David, ven claramente lo que hasta entonces no habían sido capaces de comprender.
Para mi vergüenza, descubrí que conceptos que yo había tratado en forma muy elaborada en el mismo curso, se volvían de repente e inesperadamente claras como el agua cuando el Hermano David los exponía. Mi vergüenza, sin embargo, era siempre una vergüenza con alegría, porque yo también experimentaba la misma claridad y me sentía amado de una manera nueva, que me hacía libre para comprender con menos temor.
Una de las cualidades más sobresalientes de las enseñanzas del Hermano David es su habilidad para transformar las palabras viejas en palabras nuevas. A palabras simples y “normales” como alegría, paz, paciencia, humildad, obediencia, corazón y mente, él es capaz de darles un tono tan fresco, que parece que las usara por primera vez. Las dice con tanto cuidado que parecen regalos preciosos para ser admirados y compartidos con alegría. Es así que sus palabras son siempre más que palabras: llegan a ser instrumentos activos de una transformación interior. Ellas nos dan un reflejo del misterio por el cual la palabra de Dios se hizo carne no sólo dos mil años atrás sino también cada vez que verdaderamente escuchamos.
La gratitud, corazón de la plegaria, es el precioso fruto de muchos años de enseñanza. Aquellos que han conocido al Hermano David verán sus gestos, escucharán su voz y sentirán su presencia en cada página de este libro. Aquellos que todavía no lo conocen sentirán que las palabras aquí escritas provienen de un lugar al que todo aquel que busca la verdad quiere ir. Es el lugar de la escucha cuidadosa, de la alegría serena y de la paz duradera.
Aunque este libro incluye la mayoría de los aspectos de la vida espiritual y habla acerca de la fe, la esperanza y el amor como tema central, la gratitud es el tema que imprime un sello a todo el escrito. No podía ser de otra manera teniendo al Hermano David como autor. La vida monástica lo ha moldeado en la gratitud. Él sabe, con su mente y su corazón, que un monje es monje para vivir agradecido. “El corazón humano está hecho para la alabanza universal”, escribe; y como monje quiere hacer esta verdad visible y concreta en su propia vida.
Cada vez que David vino a visitarme, me sorprendió con su gratitud; no sólo gratitud por lo que yo u otros hacíamos o decíamos, sino gratitud por los muchos dones a los que yo estaba acostumbrado a dar por descontados. Miraba las flores con expresión de descubrimiento y sorpresa, miraba el cielo como una maravillosa pieza de arte, admiraba la poesía, la música y las artes plásticas con un entusiasmo espontáneo, y constantemente encontraba nuevas ocasiones para agradecer y ofrecer alabanzas a su Dios, quien lo sigue bendiciendo con nuevos dones.
En medio de un mundo pragmático en el cual constantemente nos preguntamos por la utilidad de las cosas –y aún de las personas-, el Hermano David nos propone una alabanza “inútil”. En medio de un mundo en el cual el odio, la rivalidad, la violencia y la guerra dominan nuestra conciencia, el hermano David lleva nuestros ojos en otra dirección y nos dice que la alegría y la paz están al alcance de las manos y más cerca de lo que nosotros pensamos. En medio de un mundo en el cual el temor, la aprensión y la sospecha nos hace vivir vidas mezquinas, estrechas, pequeñas, el Hermano David extiende sus brazos y dice : “Amen con todo el corazón, sorpréndanse, agradezcan y alaben, y así descubrirán la plenitud de la vida”.
La gratitud, corazón de la plegaria es ciertamente un libro encantador. Proyecta un rayo de luz sobre nuestro mundo oscuro y nos hace ver que podemos vivir aquí y ahora como personas constantemente sorprendidas, y que podemos dejar que una “gota de sorpresa se transforme en un mar de gratitud”.
Henri J. M. Nouwen
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